Mountain filmak zabalduko du Sail Ofiziala, abenduaren 8an, ostirala, Euskalduna Jauregiko Auditoriumean egingo den Gala-festa berezian (19:30).
Jennifer Peedom zuzendariaren lana da, Australiako Ganbera Orkestrak zuzenean musikatzeko sortutako filma. Australian bertan publiko markak ezarri ditu, eta Donostiako Zinemaldiko Savage Cinema atalean parte hartu zuen Mendi Film Festivalarekin elkarlanean.
Ikus Sinopsia eta Trailerra.
Hona hemen Begoña del Teso zine kritikari eta kazetari ezagunak Mountain filmaz idatzi duena Bilbao Mendi Film Festivalerako (gaztelaniaz sortua):
ESA FUERZA TAN EXTRAÑA
La grandísima, totémica, apabullante película de Jennifer Peedom, esa increíble montañera (aunque ella no se considera tal a pesar de que durante más de 20 años ha sido camerawoman en tremendas expediciones a las cumbres más fascinantes del planeta) que ya noqueó con sus trabajos Solo y Sherpa a los devoradores de Cine, a los enloquecidos por la Naturaleza y a los que luchan por un Mundo que nos pertenezca a todos por igual, arranca en blanco y negro y lo primero que se ve no es una de esas montañas danzantes que luego acariciará la cámara de un brillantísimo alpinista y aun más regio director de fotografía, Renan Ozturk, sino un piano de cola siendo transportado sobre sus ruedas al escenario de un palacio de la música. Antes de darnos cuenta de que esas diminutas, casi nimias figuras humanas incrustadas en la roca o avanzando por las laderas escarpadas pertenecen a criaturas que lo han dado todo por un sueño tal que Ian Flanders, Conrad Anker, Rick Bell, Tara Kerzhner, Jon Devoe, Hilaree O´Neil u otros 20 más, vemos una violinista ensayando, las bellas teclas de un Steenway, el arco flexible y resistente de un violín envuelto en terciopelo. Todo en blanco y negro. Blanco, negro, grises, sombras entre los aparatos de grabación de un concierto.
Curioso comienzo para esta película llamada a inaugurar la 10ª edición del Bilbao Mendi Film Festival. Curioso también que a pesar de que sabemos que es una producción de pequeñas compañías que ya desde su nombre corporativo proclaman su amor por la montaña y su admiración hacia quienes en ella viven o por quienes a ella van (Camp4 Collective, Sherpas Cinema…), el logo que surge en el primer momento en esa pantalla (aun en blanco y negro, grises y sombras) sea el de la Australian Chamber Orchestra. Así es. Así está grabado en el celuloide: "AOS presents: Mountain".
Pero que la orquestra titular de la muy noble Sidney Opera House lleve el peso de la película en sus primeros compases es justo y necesario pues esta arrolladora película aclamada hasta el delirio en otros certámenes de aventura y cine como el Zinemaldia donostiarra, Melbourne, Montreal o Busan, surge del encargo más extraño y desafiante que Jennifer Peedom haya recibido jamás. Richard Tognetti, violinista, compositor, director artístico y conductor de la AOS, le propuso a la autora de Sherpa, en complicidad con Josep Nizeti, otro músico miembro de la Ópera de Sidney, que creara una película para un concierto. Un concierto magnificiente y vibrante cuyo programa ya estaba pensado. Iban a interpretar el Djille de Sculthorpe, el allegro vivace del preludio de la Holberg Suite de Grieg, el Für Alina de Pärt, bastante Vivaldi, tres piezas del propio Tognetti (Flying, Madness Bites, On High) y una de Nizeti (Grief).
A Jennifer, una hembra bravía que habla un deliciosamente roto castellano aprendido en Panamá, no se le pasó por la cabeza la idea de, simplemente, plantar un puñado de imágenes esplendorosas en la sala de conciertos de Sidney. Imágenes que pasarán una a una mientras el público escucha L´estro armónico para cuatro violines y un cello de Vivaldi. No, a ella no se le ocurrió, y la AOS no era eso lo que esperaba de la mujer que en la poderosísima Sherpa enfocó con su cámara a Phurba Tashi, una de las más impresionantes criaturas de la montaña de Nepal, para conocer su relación con los Himalaya, su entronque místico y cultural con esos paisajes. Y mientras Phurba contaba y los dos ascendían al Everest sucedió la gran avalancha de nieve de 2014 que sepultó a 14 guías. Y la cámara de Jennifer giró y captó todo el dolor, toda la rebelión, toda la protesta que hubo aquellos días.
Y como nadie esperaba que La Peedom hiciera algo simple, ella decidió hacer lo más difícil. También lo más apasionante, hablar (en cierto modo filmarla también) de esa extraña fuerza que impulsa al ser humano a responder a la llamada de la MONTAÑA. Para subir a su cumbre, para deslizarse por sus laderas, para agarrarse a su roca. Para saltar desde ella. Esa fuerza que muchos de los que nunca miran hacia lo más alto, ni buscan el centro de la Tierra, o el fondo de los mares, jamás entenderán. Por lo mismo que quien no es capaz de oír la música no entiende a quienes danzan.
Así que Jennifer decidió que tenía que filmar algo que, como también reza uno de los sellos que certifica que esta película se parece muy poco a cualquier otra, fuera Stranger than fiction, más extraña y sorprendente que cualquier ficción. Aunque no hubiera personajes quería mantener la tensión de un relato. Y aunque Ozturk fuera su cameraman máximo recurrió a otros 43 compañeros de aventura. Y viajó a la Antártida y a Escocia. A Guinea Nueva Papua y a Francia. Y volvió a Pakistán y a Nepal. Y utilizó imágenes poderosísimas de la BBC, de los archivos nacionales suizos, de las televisiones alemanas, de otros filmes soberbios como Meru. Y logró, sí, que hubiese un relato, una historia entre tantas imágenes de impacto, belleza, e inmensidad suprema.
Se rodaron miles de miles de metros de celuloide y el montaje terminó por ser un acto de extrema crueldad asumido tanto por Jennifer como por sus compañeros habituales en la sala de edición, Christian Gazal y Scott Gray. Pero no solo por tener que reducir esas miles de horas en unas decenas de minutos sino por la dificultad intrínseca de acoplar las imágenes a una música creada no pensando, precisamente, en ser banda sonora de nada. Jennifer contaba en Donostia cómo les temblaban las piernas a los tres cuando se daban cuenta de que, por ejemplo, el ‘Invierno’ de Las cuatro estaciones funcionaba, funcionaba y funcionaba hasta que… dejaba de hacerlo. Y claro, ¿quién corta o adapta a una pantalla por las buenas un concierto de Vivaldi?
Y en Mountain la filosofía que vibra es la de Robert Macfarlane, el caminante que anduvo Inglaterra por los viejos caminos, el lingüista, el conocedor de que antes de que nuestros pies nos lleven a ella, la montaña ya ha tomado posesión de nuestra mente, de nuestro cuerpo, de nuestro riego sanguíneo. Y la voz que reflexiona sobre todo eso, la que da ritmo a lo narrado es la de, oh dioses, Willem Dafoe.
Mountain inaugura Bilbao. Que la expedición os sea propicia.
Begoña del Teso